
Pero, ¿que quiere?, debe ser que se aburre y me utiliza para entretenerse, de ahí la monserga. Claro, antes de casarnos todo le parecía perfecto, “si mi vida”, “lo que tu quieras”, incluso un día me llamó “cari”, ¡casi me cago!
Y ahora todo vale para desquiciarme. Siempre me pareció una salida, si no de qué su interés por “Las edades de Lulú”. Yo creí que tenía que enseñarle poco a poco a desenvolverse en la cama, ¡coño!, al final la encargada de las novedades fue ella. Que si “ponte así”, “date la vuelta”, “no tu no hagas nada”, es una maestra, más, una sabia. Y esto no es todo, creo que tiene furor erótico, vio la escena de Sharon Stone en “Instinto Básico” y dejó de usar bragas, total que va desnuda pues el sujetador nunca se lo puso, imagino que para presumir de tetas, por cierto sus pezones tienden a elevarse hacia arriba.
Posar es lo que más le gusta, se pone un tanga y una camiseta corta ajustadísima, y así, ligera e ingrávida, danza por toda la casa revoloteando con sus manos un fular de seda que juega con su cuerpo.
Un día a la semana, por sorpresa, lo dedica al strip tease. Previamente, mientras estoy ausente, decora el salón y el dormitorio con gasas y telas de todos los colores, dispersa, aquí y allí, parte de su colección de instrumentos sexuales de diferentes usos y tamaños, “manolos” admirables de tacón súper alto, ligueros, tangas y braguitas, sprays con natas y cremas de muchos sabores, bebidas estimulantes, etc., etc.. Lo que viene a la imaginación es el desorden, un “totum revolutum”, nada de eso, cada cosa está en su sitio y ella lo demuestra utilizando todos en el momento y lugar preciso. La única iluminación es la de las velas, desde el vestíbulo, por el pasillo, el cuarto de baño, las habitaciones que son escenario e incluso la cocina, ningún lugar común en el que vayas a entrar en una noche así tiene iluminación artificial. Música sensual, lenta, dulce, nada estridente que rompa la armonía, suena por toda la casa. Todo conseguido, impecable, refinado, asombrosamente cálido, sin que falte ni sobre nada.
La representación es lo máximo, la veo danzando ágilmente, apareciendo y desapareciendo, las piernas interminables se despliegan al ritmo de sus brazos ondulantes llenos de pulseras sonoras, cimbrea todo el cuerpo, por momentos es una odalisca, otros una danzarina india y, como sin querer, de repente, se convierte en una profesional de cabaret, gestos y posturas ordinarios y provocativos, se desmelena pausadamente moviéndose en diferentes ángulos para diversas perspectivas. Viene hacia mí y se acerca para que le quite la camisa, se la arranco. Quiero acariciarla y se desliza entre mis brazos, se marcha, me tira el tanga, se desvanece entre las velas, se va…
Como me provoca, conoce mis puntos débiles, me sorprende, me quedo boquiabierto, me olvido de todo, me pone como un ceporro,
me da un pasmo, no pienso, estoy trastornado, solo la quiero a ella, me abraso, a ver si vuelve que venga, ¡veeennn…!.
Por fin, “Cari, ya estás…” Y allí voy yo, con los pantalones por las rodillas, graznando como un pato.
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