viernes, 7 de noviembre de 2008

UNA AMISTAD PERDURABLE

Hoy viene a cenar un matrimonio con el que tenemos una amistad muy cercana, Isabela y Keko, tienen dos hijos y viven en un chalet de dos plantas en Torrelodones.
Llaman al timbre, solo un toque corto, saben que les esperamos, Isabela, está en esa edad que representa para la mujer un cambio profundo y consciente, los cuarenta y cinco años, que ellas definen así : “los tíos nos miran a la cara y ya no continúan...”.
Él, algo más joven, está por encima de los treinta, y para hacerse una idea de su físico os diré que tiene un aire con Etxeberria el delantero del Athletic, estirado y con piernas fuertes y similares claros en la cabellera. Le llamamos KEKO, es de Sanse y, suena más vasco, y entra en casa tarareando, “Delgadito, ellas no quieren tus besos...”.
Isabela, como acostumbra, se abraza a mí y me da chupetones en las mejillas, sonoros y tiernos, hasta que yo la aparto para que no siga, es muy efusiva.
Keko, entra y besuquea a mí mujer como un hijo a su madre, y a mí me da la mano, y rápido se va al cocina por seguir su costumbre de pillar algo, y antes de que estropee las fuentes, le largo una empanadilla. Me pide un Martini seco, hago los dos cócteles con tres partes de gin Beefeater y nos los trasegamos, el rápido y yo a mi marcha, como aperitivo.
Y así empezamos la velada. Nos sentamos en la mesa y sirvo un tinto de Burdeos que tengo abierto para que se oree desde hace casi una hora, y empezamos con la empanada de sardinas con la pasta delgada y hojaldrada que hace mi mujer, sabe lo sibaritas que son, y conversamos.
Hablan y nos ponen al día en todo, primero sobre sus hijos, de la mayor, Brunilda, que tiene ocho años y es como su nombre, delicada y tierna, fantasiosa y mágica y siempre extremadamente cariñosa. Guillermo, de cinco, todo lo contrario, brutote y fortachón, realista y pragmático, y cariñoso cuando le apetece, y también un poco fantasma, esto es, más vasco que su padre. También hablamos de tío Alberto y de sus manías, la última la de su animadversión a las luces encendidas, va por todas las habitaciones apagándolas.
Nos cuentan su reciente visita a Marrakech, siempre viajan de improviso, y cómo se hospedaron en un pequeño hotel de la Medina, decorado con puffs y artesanía marroquí, pero debido a su situación la primera noche que salieron se perdieron y no supieron volver. Se les acercaron una pandilla de jóvenes que se ofrecieron para llevarles, y aceptaron cuando les dijeron que conocían la dirección de su hotel, y echaron a andar tras ellos con cierta desconfianza, cogidos de la mano, y mirándose un tanto escamados, hasta que llegaron a una zona muy oscura dónde imaginaron que les podía pasar de todo, y agarrraditos como estaban, Keko tirando de Isabela, corrieron disparados hacia las luces de un hotel, y llegaron ahogándose. Peor fue cuando les dijeron que una noche les costaba 245€, y pago por adelantado, aunque lo aceptaron mejor al saber que el precio incluía barra libre hasta las 12 AM y el bufet del desayuno, sí, era uno de esos hoteles en que te ponen una pulsera de plástico en la muñeca para identificarte y no pagar ninguna consumición. Keko tuvo que enseñar la pulsera más de diez veces, hasta que se fue a la cama cerca de la madrugada sosteniendo a Isabela que pretendía pegarse a las paredes de los pasillos. Se levantaron para ir al bufet y desayunaron hasta encontrarse ahítos, y se fueron como vinieron, con lo puesto, satisfechos y sonrientes, y enormemente gratificados por lo bien que habían pasado la noche, sin mentar el precio. Con la luz del día supieron como regresar al hotel encantados por la aventura que siguen reviviendo.
Escuchándoles recuerdo el viaje que pretendemos hacer los cuatro cuando llenemos nuestras respectivas huchas con monedas de 2€, que probablemente conseguirán ellos antes, no porque su hucha en realidad sea más pequeña, sino porque les ha dado una fiebre repentina por hacerse con todas las que hay, y es una fijación, y cuando nos vemos se habla del tema. No tenemos programado ningún destino, pero seguro que adonde vayamos será glorioso.
Los calamares en su tinta son una especialidad de mi mujer, con la salsa untuosa y el arroz suelto, y cuando los comes y los saboreas sientes que es un manjar de verdad. Yo se que Keko cocina bien y que le gusta, además entiende, sabe hacer comida japonesa, india y china, pero domina la cocina vasca y su marmitako te deja más que satisfecho. Hace salsas muy buenas, la boloñesa es extraordinaria y hace un pollo deshuesado con salsa de curry y el picante justo, no el abrasador de los restaurantes indios. Keko trabaja y estudia, y tiene varias carreras de esas que ya se sabe al empezarlas que no tienen ninguna salida, arte, teología y ahora está pensando en criminología, no es que sea extravagante, simplemente es así, del dinero lo único que sabe es que es para comprar cosas, y cuando yo le dije que si hacía farmacia se la montaba, no me contestó y me miró raro, con algo de desprecio, y me hizo sentir vulgar. Me olvidaba, sabe conducir pero no tiene carné, conseguirlo le representa una molestia.
Isabela, mi gran amiga, es muy cariñosa y tiene gracia natural, y creo que cae bien a todo el mundo, pues sin ninguna malicia aparente, se gana a un tendero, o a un taxista o a un director general sin inmutarse. Con sus hijos se entrega olvidando su ser y cuando habla de ellos le tiembla el corazón, y los tiene en su mente, y los lleva y los trae del colegio, y a montar a caballo, y a fiestas, y a cualquier lugar que les apetezca. Keko les hace compañía la mayoría de las veces y juega al fútbol con Guillermo.
De postre tomamos Torta del Casar acompañada por un vino licoroso de Sauternes, “Clos du Ciron”, maridan perfectamente, y nos entregamos al disfrute de aromas y sabores, con paciencia de conocedores expertos, y oliendo, y degustando, alegres y sonrientes, en paz con todos y con nosotros, y con el placer que nos proporciona nuestra amistad.
Tomamos unos whiskys y unos hojaldres árabes. Keko es el primero en aflojarse, y se le caen los ojos y dice que tiene”peso psicológico”. En fin, la tertulia se acaba y se van, antes Isabela me chupetea y al entrar en el ascensor Keko entona, “Delgadito, ellas no quieren tus besos...”.

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