viernes, 5 de diciembre de 2008

LAS COSAS CLARAS



Los ejecutivos, cuando no tenían compromiso con clientes, se reunían en grupos para ir a un restaurante cercano en la hora de la comida. Procuraban elegir uno de precio medio con menús caseros, y algunas veces un guiso apetitoso. Se aprovechaba el descanso para hablar o discutir de diferentes temas sin atender a jerarquías, descartando los asuntos de trabajo, propuesta de Roberto que todos habían aceptado.
Roberto de la Puente era un ejecutivo cercano a los cuarenta. Llevaba en la Agencia de Publicidad algo más de un año. Dirigía un grupo de cuentas que sumaban más de 3.000 millones de pesetas de facturación logradas por su mediación, una cantidad respetable en 1986. Casi siempre comía con Carmen Amador, su brazo derecho. Una mujer de menos de treinta años, pija del barrio de Salamanca, de belleza provocativa, y coqueta, y con bastante buen gusto vistiendo tanto de sport o más formal, muy lista y muy educada. Una chica bien sin complejos.
De vez en cuando se les unía Paco Torrecillas, Presidente de la Agencia, sin duda atraído por Carmen. Ella le hablaba con desparpajo y le corregía con frecuencia por su vestimenta y por su forma de comer. Paco masticaba de manera vulgar y no sabía usar los cubiertos. Se servía de la pala de pescado para tomar las salsas. Paco no había ido a la Universidad y presumía de sus conocimientos de estadística, aunque eran medianos. Para llegar a su posición había hecho una jugada maquiavélica y logró prescindir de cuatro socios, ayudado por la aportación de un capitalista al que había prometido pingües beneficios. Consiguió ser Administrador Único de la Agencia, para venderla transcurrido un tiempo, a una multinacional americana. Tenía una suerte considerable y conseguía engañar a muchos.
Un día, salió el tema de las corruptelas en la comida:
-Es natural, -decía Paco-., siempre tuve claro que todos son unos chorizos.
-¿Qué?, -Carmen dijo extrañada.
-Carmen, todo el que se mete en política lo hace para robar, y todos los políticos son unos sinvergüenzas. Las cuentas de la Administración las gana el que da más.
-Oye, yo conozco políticos que jamás admitirían un cohecho, -siguió Carmen
-Será porque les parece poco lo que les ofrecen. Es más, todo el mundo se corrompe.
-¿Cómo dices eso?, sé que mi padre nunca admitió nada. Incluso cuando le hacían un regalo y no lo veía justificable por su alto precio, lo devolvía.
-Eso es lo que se debe hacer, -apuntó Roberto- yo devolví regalos cuando no tenía claro porque me los hacían, y sí era indudable el objetivo cortaba por lo sano. Por eso no acepté el Porsche que me ofrecieron en Portugal. Me lo enseñaron y me preguntaron si me gustaba; naturalmente, respondí. A continuación dijeron, pues es tuyo y me dieron las llaves que cogí, y salieron volando contra la pared. Me largué sin despedirme.
-Así se hace, -concluyó Carmen.
-Mirad, repito que todo el mundo tiene un precio. El caso es averiguarlo y ofrecérselo. Nadie es totalmente honesto, vosotros que tanto habláis también lo tenéis. Si tu no aceptaste el Porsche es porque no acertaron cual era tu precio. -Paco fue categórico.
-Pues nosotros ni estamos de acuerdo ni pensamos así.
Esas fueron las últimas palabras de Carmen y Roberto.
Transcurrido el 87, Roberto esperaba que se cumpliese el compromiso verbal que tenía con Paco, y que consistía en el 2% del beneficio de sus clientes. Vana esperanza. Paco vino a decirle que no había podido ser pero que el próximo año sin falta lo haría. Roberto corroboró que era un mentiroso, le sobraba poder para hacerlo.
Roberto decidió, en aquel momento, buscar trabajo e irse de la agencia.
La oportunidad se presentó pasados tres meses, había tenido diversas ofertas pero buscaba la antítesis de Paco, un señor y caballero de palabra. Solo encontró uno que en la última reunión que tuvieron, le presentó por escrito, sin pedírselo Roberto, las condiciones económicas. Al final acordaron la fecha de incorporación el día uno del siguiente mes, y ambos se dieron la mano en señal de compromiso. Roberto se quedó convencido, jamás que dio la mano le habían engañado.
Unos días después Roberto abordó a Paco, después de comer, en el recibidor de la agencia:
-Paco, por favor, tengo que hablar contigo con urgencia.
-Ahora no puedo, - respondió nervioso -, tengo que ir a ver a un cliente, - Citó uno de importancia.
-Mira, quiero decirte que me voy de la agencia,- continuó Roberto muy sereno -. Antes de que lo sepas por terceros prefiero decírtelo personalmente, y así ya se lo comunico al jefe de personal para cumplir con la ley que marca el período de aviso en quince días.
-Espera, espera, ahora tengo que ir al cliente, pero vuelvo cuanto antes y hablamos, no te vayas sin hablar conmigo y no se lo digas a nadie, -todo dicho muy rápido y muy nervioso.
Roberto volvió a su despacho, y apenas transcurridos 5 minutos apareció Paco en la puerta.
-Oye que les dije que me disculpasen y no voy, -decía Paco con vehemencia-. Sígueme a mi despacho y hablamos.
Paco salió a la carrera por el pasillo, y Roberto detrás veía el silencio con que les observaban sus compañeros, todo el mundo parece estar enterado, se decía.
Entraron en el despacho de Paco, y sin sentarse, éste comenzó:
-Mira antes de nada, ya tenía pensado hacerte una subida muy importante. -Dio una cifra que a Roberto le significaba el 50% de aumento.
-Mira lo siento mucho pero ya es tarde, tengo acordado incorporarme el día uno.
-¿Pero has firmado ya el contrato?, -Paco estaba pálido y le temblaban las manos.
-No, pero nos dimos la mano y los dos nos consideramos comprometidos, -respondió Roberto muy firme.
-Bueno mira, aparte de la oferta que sigue en pie, como sé que te has sentido perjudicado por la cantidad por beneficios que no recibiste, -y mientras dice esto saca un talonario del bolsillo derecho del interior de su chaqueta-, ahora mismo te firmo un talón por el importe, ¿lo aceptas?
-Paco lo siento, te he dicho que tengo un acuerdo y no importa el dinero. Yo asumo mis obligaciones.
-¿Pero que más quieres?, -dijo Paco insistiendo-. Puedo darte más. Dime una cantidad...
-Vamos a ver, ¿si tú lo que quieres es saber mi precio?, firma un talón en blanco y yo pongo la cantidad. -. Le dijo Roberto muy serio, y apuntando al talonario.
Y Paco se rajó. Nunca supo que cantidad era la que escribiría Roberto en el talón. Solo supuso que era inalcanzable.
Roberto al salir del despacho un poco envarado y pasar por el contiguo de la secretaria, vio en su cara un resplandor de contento. Y él se sintió igual, y seguramente se acordaba de su padre.
Los compañeros se alegraron y le felicitaron. Carmen, más explícita, le dijo:
-Este Paco es un majadero, le dije un montón de veces que te ibas a ir. Siempre me respondía lo mismo -tu amiguito nunca se irá. Lo estoy esperando y cuando venga le haré una oferta a la que no podrá renunciar-. Y yo le insistía y le decía: no conoces a Roberto, te vas a llevar un chasco. Nunca te lo dije porque conociéndote sabía que sería peor.
Francisco Torrecillas no llegó a cumplir los sesenta. Al funeral asistieron los caciques publicitarios, y muchos de sus subalternos, que a la salida se reunieron en corrillos. Roberto estaba con un buen amigo. También había sufrido a Paco. Uno del grupo fue el primero en expresarse:
-Que pena que se haya muerto tan pronto, con lo listo y buena persona que era.
-¡Mira!, ¡cómo que buena persona!, -estalló el amigo de Roberto -. Las cosas claras, ¡era un hijo de puta!. Estamos aquí porque es un compromiso social cuando alguien de la profesión muere. Pero no hay que falsear los hechos...-y siguió hablando y nadie defendió a Torrecillas.
Roberto miró a su amigo, con respeto y agradecimiento, por haberle evitado a él la respuesta.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El CARNICERO



Mi mujer y yo nos quedamos sonrientes cuando el “Sátrapa” Arias Navarro en su aparición en TVE el 20 de noviembre del 75, entre gemidos, y ojos lacrimosos, y con voz apagada y orejas de soplillo, para abreviar, igual que una plañidera, balbuceó estas palabras: “Españoles, Franco ha muerto”.
Cuando las escuchamos nos sentimos libres por primera vez en nuestra vida, y en vez de tristeza, noté que nuestras caras se habían estado transformando en una imagen de alegría y placidez. Resultaría imposible comprobar cuantas veces con mi mujer y muchos amigos habíamos estado esperando esta muerte, pero por fin había ocurrido. Nunca podría imaginar que haría cuando este hecho afortunado ocurriese, y miré a la cara de mi mujer que expresaba, como un espejo, la misma satisfacción, pero aún no nos habíamos dicho nada, nos convertimos en mudos sonrientes. Puse champagne en la nevera.
Después de un rato empezamos a hablar, al principio, entre abrazos y besos, nuestras palabras eran inconexas, ¿cómo no habrían de serlo después de tantos años que habíamos estado esperando?, y aunque era una muerte anunciada, no se nos había ocurrido pensar en cual sería nuestra reacción ni, en ningún caso, que tendríamos que hacer.
Comenzamos a hablar de “El Carnicerito de Málaga”, alias del “Sátrapa”, nombre con el que había sido bautizado por sus propios méritos por el pueblo de Málaga, y sin nada que ver con el indigno de marqués que le sería concedido indebidamente por “El Déspota” años más tarde. Aclaro que “Carnicerito” no era debido a que su padre fuese empleado del Matadero de Madrid, nada de eso, la realidad es que como fiscal militar de Málaga desde 1937, fue el director de la orquesta de la represión, y como tal, responsable de las miles de muertes de civiles y prisioneros políticos que desde entonces figurarían en su currículum. Imagino que podríamos estar de acuerdo en que el título de “El Carnicerito de Málaga”, aparte de totalmente merecido, pone de manifiesto el ingenio y el pragmatismo del pueblo andaluz, que logró que, en justicia, se hiciese memorable.
El currículum de “El Carnicerito de Málaga” siguió engrosando a lo largo de unos años con los nombramientos de Gobernador y Jefe del Movimiento de diferentes provincias, Director General de Seguridad hasta 1965, año de su triunfo como Alcalde de Madrid, que consiguió gracias a la circunstancia de su amistad y confianza con la mujer del “Sátrapa”, “Carmen Collares”, que siempre hablaba de “El Carnicerito” como su gran servidor, y que había comenzado a ejercer una gran influencia sobre “El Déspota” aprovechando su senectud y el Parkinson. En 1973 “El Bombero Presidente”, llamado así más adelante por la celeridad conque superó la fachada de los Jesuitas en su prueba de fuego, le nombró Ministro de Gobernación. Durante estos años ejerció con gran diligencia las responsabilidades que le habían sido concedidas, y otras más de forma voluntaria, pues debido a su entrenamiento de “Carnicerito” asistía , con sadismo y crueldad naturales, a la tortura y confesión de los presos que lo eran por su condición de enemigos, y teniendo diferentes ideas y ansia de libertad su prisión era incontestable. Al fin y al cabo “El Carnicerito” tenía que velar por la seguridad de los españoles de bien.
Y aunque fuera insólito para la mayoría, fue nombrado, por motu propio de “Carmen Collares”, ¡Presidente de Gobierno!. Entre sus méritos para el cargo, imagino que brillaría el que como Ministro de Gobernación no hubiera tenido ni la más mínima sospecha de que existía la posibilidad de un atentado a su camarada “El Bombero Presidente”. Otra “ridícula paradoja”.
En esta época “El Déspota” era un carcamal y “Carmen Collares” mandaba la finca solo con la asesoría de su hija y la del “marqués de Villavespa”.
Y así sobre este tema, que habíamos vivido juntos, estuvimos charlando durante más de dos horas mi mujer y yo, y no podría recordar quien dijo una cosa u otra.
Por la tarde habían empezado las llamadas, uno tras otro fueron llamando los amigos, no solo aquellos que habíamos previsto que lo harían, también telefonearon algunos que nos sorprendieron. Quedamos de acuerdo en vernos por la noche para celebrarlo en “El Manjar”, el restaurante favorito en Vigo de casi todos nosotros. Cuando llegamos el restaurante estaba casi lleno, más tarde se completó, y después los pocos que iban llegando tenían que quedarse de pie, seríamos unos setenta.
Juan, el dueño, estaba prevenido, no se si por el aviso de algunos o, simplemente, porque sus ideas concordaban con las nuestras. El caso es que había enfriado una gran cantidad de botellas de cava, y no me cabe duda que habría bebido algunas, pues se movía de mesa en mesa balanceándose como marinero en tierra, llenando copas y copas, y cuando acababa la ronda, nos obsequiaba con tortillas de patatas, calamares fritos, lacón con grelos y cachelos, y ternera asada con patatas gallegas. Se portó como un buen anfitrión.
La comida era lo de menos, estábamos acostumbrados a sus exquisiteces y no íbamos a comer precisamente. Más importante fue el cava que nos colocó a la mayoría lo suficiente y a algunos, incluido Juan, sobrepasando algo el límite. Lo en verdad extraordinario habían sido los brindis que de continuo se hicieron, la acción siempre era la misma, uno cualquiera levantaba el vaso y gritaba, “¡otro brindis!”, y todos y todas al unísono, puestos en pie, levantábamos las copas y bebíamos, en silencio, sin decir nada ni nombrar a alguien. Habíamos supuesto que el que hasta ese momento no estuviese “fichado”, lo iba a estar sin duda al día siguiente, y no nos extrañaría en absoluto, que la policía hubiese introducido un topo. No le habíamos dado mayor importancia a esta posibilidad.
Lo que había sido trascendente, fue que todos juntos, y por primera vez, nos expresamos y actuamos como seres humanos libres.
Cuando nos fuimos a casa acompañados por unos amigos, abrimos el champagne y estuvimos de farra hasta el amanecer. Pude comprobar que ese día ya la sociedad viguesa estaba informada de nuestro sarao, y más o menos de quienes habían sido los asistentes. Unos reaccionaron en solidaridad con nosotros, y a otros les arrebató la ira, y decían lo habitual: “Mira estos, profesionales y ejecutivos que tienen dinero y hacen ver que son de izquierdas”. La derecha inculta sigue sin comprender que las ideas proceden del conocimiento no de la economía. Amigos de la policía me dijeron que estaban al corriente de todo pero que no iba a haber ningún problema.
Y así fue, nuestro pasado homenaje a la libertad, que ahora disfrutamos en el presente.

viernes, 14 de noviembre de 2008

EL SENDERO


Salgo de la casa rural a las ocho y cinco de la mañana después de haber tomado mi desayuno, un par de huevos fritos de pueblo con tocino, y el café con leche y el bizcocho hecho por la dueña, apetitoso, abundante, y natural. Me encamino hacia el Norte que me señala la brújula sin necesidad del GPS, que también llevo por si es necesario. No me considero un senderista. Es más, acostumbro a huir de los senderos marcados porque lo que pretendo es no encontrarme con ningún otro ser humano que me recuerde la ciudad. Los nativos del lugar no cuentan, son naturaleza, como los árboles, las plantas y los animales, y ellos, aunque nos saludemos, son parte de la diversidad.
Me encuentro andando entre cereales y pastos, y encinas algunas veces, evitando en lo posible desviarme del rumbo fijo que me he marcado, no por capricho, la simple verdad es que caminando hacia el Norte los rayos del sol mañanero de mayo no se enfrentan a mis ojos, abiertos a la percepción del espectáculo que quiero disfrutar, y puedo observar con los prismáticos el vuelo de cualquier ave, y fotografiar todo lo que llame mi atención, desde la pequeña orquídea virgen que obtengo con el macro, hasta el amplio panorama que formará parte de mi colección, porque soy coleccionista de paisajes. Las gafas de sol no las uso, me molestan cuando necesito enfocar con rapidez, y además, difuminan los colores.
Y así voy caminando con mis pensamientos, atento a todo lo que pueda animarme por su belleza, cuando de improviso casi tropiezo con un cartel de poco mas de un metro de alto que está a mi derecha, y que de una manera simple y llana dice: “Amigo, haz el camino”.
En principio dudo, el cambio de rumbo al Este va a provocar que el sol me de en los ojos con las molestias consecuentes, pero la amabilidad de la invitación, y como no, la curiosidad y el hacer algo no premeditado, son motivo suficiente para decidirme, y lo comienzo sin sospechar ninguna alteración grave a la paz en que me encuentro, total aún son las ocho y cuarto.
Es un camino estrecho, se diría que pensado para el andar de dos personas, con los límites de su ancho señalados por las zanjas y el recorrido por un pavimento que me parece pedregoso, limpio y refulgente por el sol que me impide mirar directamente el suelo y aún más allá. Mis primeros pasos son confusos, las sensaciones cambian, y lo mismo mis pensamientos que empiezan a ser indecisos, como si alguien o algo ajeno a mí, y más poderoso, turbase mi voluntad, estoy intranquilo y miro a derecha e izquierda, todo es igual alrededor, el mismo paisaje sin cambios, todo es aparentemente normal pero cada vez que doy un paso siento que algo me emociona, y estoy un poco asustado pero a pesar de ello sigo el camino, debo continuar, algo me lo dice, e intento aligerar el paso.
No tengo noción del tiempo ni de la distancia que puedo haber recorrido, pero extrañamente, y a pesar de la fresca mañana, siento que sudo y bebo agua de la cantimplora, pero no me calma. Me encuentro como si no fuera yo el que camina, casi no levanto los pies a pesar de que lo intento, y los noto pesados, y algunas veces me parece que sin querer se arrastran. Observo que mi pulso es normal pero eso no me tranquiliza, y para distraerme intento evadirme, pero no lo logro, me parece como si todo mi interior se separase de mi y alguno estuviese ocupando mi cerebro, y abriendo mi memoria, mejor, todas mis memorias. Todo lo que ocultamos con el paso de los años, unas veces por temor y otras por simple olvido, y alguien ahora resuelve por mi sin querer intimidarme, pero me desasosiega, veo, sin ver, la tragedia, la muerte, no la mía que no es el caso, sino la de muchos otros que fueron despreciados por la justicia, difamados, vilipendiados y finalmente asesinados.
Ahora ya me suda todo el cuerpo y me desabrocho hasta la camisa, el agua no es ningún remedio, la calentura está dentro. Mi frente está fría y piso con más cuidado por temor a desfallecer, pero al momento y de una forma misteriosa me encuentro fuerte, y entiendo que mi físico no es parte del problema. Sigo sudando pero ya no es igual, hay algo desde el exterior que me llama, que me sosiega.
Un Espíritu me acompaña como un amigo, y me llama por mi nombre, no me muevo y espero que me diga, la sensación es intemporal y no empieza a definirse hasta que menciona un año, “1939”, y me cuenta que son 2.000 los que están conmigo, los que tuvieron la desgracia de estar vivos aunque hambrientos, mujeres y hombres, de todas las edades, sin diferencias . De como después de ese año y en la década de los 40 a todos ellos se los habían llevado a rastras, durante el día a unos desde los campos que araban y a otros desde sus trabajos, y durante la noche de sus casas, delante de su mujer y de sus hijos, aterrorizados y mudos, ante el sangriento aspecto de la banda fascista que asolaba su hogar, y que se llevaba sin posibilidad de retorno, a uno o a unos cuantos...
Primero cavábamos la hoya, segundo nos mataban y para terminar nos arrojaban a las fosas, uno tras otro, desnudos o vestidos, y después las mandaban cubrir con tierra, ocultándolas a la vista.
Ahora el Espíritu me lleva al “paseo” en la caja eterna de un camión con otros dos mil que han pecado de mala conducta. Ya lo dijo el cura desde el púlpito: “Que su semilla sea borrada, la semilla del mal, la semilla del diablo”, y primero nos insultan, más tarde nos humillan y nos golpean, y en un espacio corto, nos asesinan.
¿Porqué motivo?: somos enemigos de Dios, somos enemigos de la Patria.
Al principio no hubo juicios, los matones alimentados por la jerarquía eclesiástica eran cruzados, y tenían bula para matar. Pasó el tiempo y, con la hipocresía que acostumbraban, permitieron juicios ficticios, y los jueces herederos de los inquisidores, dictaminaban como mandaba su caudillo dictador. Y éste firmaba las sentencias desayunando, placentero, sin perdón para nadie, ejecución para todos. ¡Viva la Muerte!.
Transcurridos unos años los que nos quieren decidieron excavar antes de que se perdiese el recuerdo, y lo hicieron y nos encontraron apilados, y sacaron los huesos con cuidado y diligencia, y como no nos podían enterrar con los nuestros, hicieron el camino.
Suspiro, de nuevo estoy solo, me sobrepongo y miro hacia abajo, ya puedo verlo, en la zanja de la derecha están los cráneos, y en la de la izquierda los pies, y en el centro, los esqueletos desmenuzados, todos en horizontal y uno tras otro, un osario interminable de dos mil asesinatos.
Con mis lágrimas todo se nubla.

viernes, 7 de noviembre de 2008

UNA AMISTAD PERDURABLE

Hoy viene a cenar un matrimonio con el que tenemos una amistad muy cercana, Isabela y Keko, tienen dos hijos y viven en un chalet de dos plantas en Torrelodones.
Llaman al timbre, solo un toque corto, saben que les esperamos, Isabela, está en esa edad que representa para la mujer un cambio profundo y consciente, los cuarenta y cinco años, que ellas definen así : “los tíos nos miran a la cara y ya no continúan...”.
Él, algo más joven, está por encima de los treinta, y para hacerse una idea de su físico os diré que tiene un aire con Etxeberria el delantero del Athletic, estirado y con piernas fuertes y similares claros en la cabellera. Le llamamos KEKO, es de Sanse y, suena más vasco, y entra en casa tarareando, “Delgadito, ellas no quieren tus besos...”.
Isabela, como acostumbra, se abraza a mí y me da chupetones en las mejillas, sonoros y tiernos, hasta que yo la aparto para que no siga, es muy efusiva.
Keko, entra y besuquea a mí mujer como un hijo a su madre, y a mí me da la mano, y rápido se va al cocina por seguir su costumbre de pillar algo, y antes de que estropee las fuentes, le largo una empanadilla. Me pide un Martini seco, hago los dos cócteles con tres partes de gin Beefeater y nos los trasegamos, el rápido y yo a mi marcha, como aperitivo.
Y así empezamos la velada. Nos sentamos en la mesa y sirvo un tinto de Burdeos que tengo abierto para que se oree desde hace casi una hora, y empezamos con la empanada de sardinas con la pasta delgada y hojaldrada que hace mi mujer, sabe lo sibaritas que son, y conversamos.
Hablan y nos ponen al día en todo, primero sobre sus hijos, de la mayor, Brunilda, que tiene ocho años y es como su nombre, delicada y tierna, fantasiosa y mágica y siempre extremadamente cariñosa. Guillermo, de cinco, todo lo contrario, brutote y fortachón, realista y pragmático, y cariñoso cuando le apetece, y también un poco fantasma, esto es, más vasco que su padre. También hablamos de tío Alberto y de sus manías, la última la de su animadversión a las luces encendidas, va por todas las habitaciones apagándolas.
Nos cuentan su reciente visita a Marrakech, siempre viajan de improviso, y cómo se hospedaron en un pequeño hotel de la Medina, decorado con puffs y artesanía marroquí, pero debido a su situación la primera noche que salieron se perdieron y no supieron volver. Se les acercaron una pandilla de jóvenes que se ofrecieron para llevarles, y aceptaron cuando les dijeron que conocían la dirección de su hotel, y echaron a andar tras ellos con cierta desconfianza, cogidos de la mano, y mirándose un tanto escamados, hasta que llegaron a una zona muy oscura dónde imaginaron que les podía pasar de todo, y agarrraditos como estaban, Keko tirando de Isabela, corrieron disparados hacia las luces de un hotel, y llegaron ahogándose. Peor fue cuando les dijeron que una noche les costaba 245€, y pago por adelantado, aunque lo aceptaron mejor al saber que el precio incluía barra libre hasta las 12 AM y el bufet del desayuno, sí, era uno de esos hoteles en que te ponen una pulsera de plástico en la muñeca para identificarte y no pagar ninguna consumición. Keko tuvo que enseñar la pulsera más de diez veces, hasta que se fue a la cama cerca de la madrugada sosteniendo a Isabela que pretendía pegarse a las paredes de los pasillos. Se levantaron para ir al bufet y desayunaron hasta encontrarse ahítos, y se fueron como vinieron, con lo puesto, satisfechos y sonrientes, y enormemente gratificados por lo bien que habían pasado la noche, sin mentar el precio. Con la luz del día supieron como regresar al hotel encantados por la aventura que siguen reviviendo.
Escuchándoles recuerdo el viaje que pretendemos hacer los cuatro cuando llenemos nuestras respectivas huchas con monedas de 2€, que probablemente conseguirán ellos antes, no porque su hucha en realidad sea más pequeña, sino porque les ha dado una fiebre repentina por hacerse con todas las que hay, y es una fijación, y cuando nos vemos se habla del tema. No tenemos programado ningún destino, pero seguro que adonde vayamos será glorioso.
Los calamares en su tinta son una especialidad de mi mujer, con la salsa untuosa y el arroz suelto, y cuando los comes y los saboreas sientes que es un manjar de verdad. Yo se que Keko cocina bien y que le gusta, además entiende, sabe hacer comida japonesa, india y china, pero domina la cocina vasca y su marmitako te deja más que satisfecho. Hace salsas muy buenas, la boloñesa es extraordinaria y hace un pollo deshuesado con salsa de curry y el picante justo, no el abrasador de los restaurantes indios. Keko trabaja y estudia, y tiene varias carreras de esas que ya se sabe al empezarlas que no tienen ninguna salida, arte, teología y ahora está pensando en criminología, no es que sea extravagante, simplemente es así, del dinero lo único que sabe es que es para comprar cosas, y cuando yo le dije que si hacía farmacia se la montaba, no me contestó y me miró raro, con algo de desprecio, y me hizo sentir vulgar. Me olvidaba, sabe conducir pero no tiene carné, conseguirlo le representa una molestia.
Isabela, mi gran amiga, es muy cariñosa y tiene gracia natural, y creo que cae bien a todo el mundo, pues sin ninguna malicia aparente, se gana a un tendero, o a un taxista o a un director general sin inmutarse. Con sus hijos se entrega olvidando su ser y cuando habla de ellos le tiembla el corazón, y los tiene en su mente, y los lleva y los trae del colegio, y a montar a caballo, y a fiestas, y a cualquier lugar que les apetezca. Keko les hace compañía la mayoría de las veces y juega al fútbol con Guillermo.
De postre tomamos Torta del Casar acompañada por un vino licoroso de Sauternes, “Clos du Ciron”, maridan perfectamente, y nos entregamos al disfrute de aromas y sabores, con paciencia de conocedores expertos, y oliendo, y degustando, alegres y sonrientes, en paz con todos y con nosotros, y con el placer que nos proporciona nuestra amistad.
Tomamos unos whiskys y unos hojaldres árabes. Keko es el primero en aflojarse, y se le caen los ojos y dice que tiene”peso psicológico”. En fin, la tertulia se acaba y se van, antes Isabela me chupetea y al entrar en el ascensor Keko entona, “Delgadito, ellas no quieren tus besos...”.

martes, 4 de noviembre de 2008

DÉJATE LLEVAR

“Quizá es que no me quieres…”, “No, ya no me quieres”, y así dos horas. ¡Qué pesadez!, por mi se puede ir al carajo, ¡que no la quiero…! esto me pasa por consentirle todo, y así seguirá, dale que dale deshojando la margarita. Me abruma.
Pero, ¿que quiere?, debe ser que se aburre y me utiliza para entretenerse, de ahí la monserga. Claro, antes de casarnos todo le parecía perfecto, “si mi vida”, “lo que tu quieras”, incluso un día me llamó “cari”, ¡casi me cago!
Y ahora todo vale para desquiciarme. Siempre me pareció una salida, si no de qué su interés por “Las edades de Lulú”. Yo creí que tenía que enseñarle poco a poco a desenvolverse en la cama, ¡coño!, al final la encargada de las novedades fue ella. Que si “ponte así”, “date la vuelta”, “no tu no hagas nada”, es una maestra, más, una sabia. Y esto no es todo, creo que tiene furor erótico, vio la escena de Sharon Stone en “Instinto Básico” y dejó de usar bragas, total que va desnuda pues el sujetador nunca se lo puso, imagino que para presumir de tetas, por cierto sus pezones tienden a elevarse hacia arriba.
Posar es lo que más le gusta, se pone un tanga y una camiseta corta ajustadísima, y así, ligera e ingrávida, danza por toda la casa revoloteando con sus manos un fular de seda que juega con su cuerpo.
Un día a la semana, por sorpresa, lo dedica al strip tease. Previamente, mientras estoy ausente, decora el salón y el dormitorio con gasas y telas de todos los colores, dispersa, aquí y allí, parte de su colección de instrumentos sexuales de diferentes usos y tamaños, “manolos” admirables de tacón súper alto, ligueros, tangas y braguitas, sprays con natas y cremas de muchos sabores, bebidas estimulantes, etc., etc.. Lo que viene a la imaginación es el desorden, un “totum revolutum”, nada de eso, cada cosa está en su sitio y ella lo demuestra utilizando todos en el momento y lugar preciso. La única iluminación es la de las velas, desde el vestíbulo, por el pasillo, el cuarto de baño, las habitaciones que son escenario e incluso la cocina, ningún lugar común en el que vayas a entrar en una noche así tiene iluminación artificial. Música sensual, lenta, dulce, nada estridente que rompa la armonía, suena por toda la casa. Todo conseguido, impecable, refinado, asombrosamente cálido, sin que falte ni sobre nada.
La representación es lo máximo, la veo danzando ágilmente, apareciendo y desapareciendo, las piernas interminables se despliegan al ritmo de sus brazos ondulantes llenos de pulseras sonoras, cimbrea todo el cuerpo, por momentos es una odalisca, otros una danzarina india y, como sin querer, de repente, se convierte en una profesional de cabaret, gestos y posturas ordinarios y provocativos, se desmelena pausadamente moviéndose en diferentes ángulos para diversas perspectivas. Viene hacia mí y se acerca para que le quite la camisa, se la arranco. Quiero acariciarla y se desliza entre mis brazos, se marcha, me tira el tanga, se desvanece entre las velas, se va…
Como me provoca, conoce mis puntos débiles, me sorprende, me quedo boquiabierto, me olvido de todo, me pone como un ceporro,
me da un pasmo, no pienso, estoy trastornado, solo la quiero a ella, me abraso, a ver si vuelve que venga, ¡veeennn…!.
Por fin, “Cari, ya estás…” Y allí voy yo, con los pantalones por las rodillas, graznando como un pato.

viernes, 31 de octubre de 2008



CIUDADANO PÍO


Esbelto aunque un tanto ajado, pelo ralo, calvicie incipiente y siempre vestido con ternos de corte italiano, así era Pío San Silvestre y Sanz, uno de esos hombres que muchos definen a primera vista como buena persona.
Se había educado en un colegio de curas y también había pertenecido a la Congregación Mariana, asociación católica cuyo fin primordial era la organización de Ejercicios Espirituales en una casa convento cerca de la playa de Bastiagueiro. La casa estaba rodeada de pinos y eucaliptos, con un magnífico seto de boj definiendo los jardines en los que destacaban enormes hortensias azules, granates y blancas.
Una vez comenzados los ejercicios, el silencio era obligatorio las 24 horas del día, y el único sonido perceptible era el trinar de mirlos, estorninos y gorriones, apenas apagado por los pasos lentos de los que meditaban abstraídos en la oración, o en otros menesteres, paseando por los pasillos.
Allí, Pío San Silvestre y Sanz se refugió una semana a lo largo de 20 años a meditar sobre lo divino y lo humano, sin la suerte que tuvieron algunos de hablar con Dios ayudados por el cilicio, pero sí con el convencimiento pleno de cumplir con su intención de comportarse toda su vida de acuerdo con las enseñanzas que el Señor le había procurado.
Licenciado en el ICADE, una formación ad hoc con sus objetivos de empresario, considerando que era la mejor manera de hacerse rico en menos tiempo. Después de obtener su Master en Dirección de Empresas, empezó a trabajar en el Banco Internacional, que dirigía un amigo de su padre. Durante seis años ejerció diferentes funciones en los departamentos de clientes, fiscal y de finanzas, lo que le permitió conocer los entresijos para operar con el dinero ajeno y aprender las claves para evadir impuestos de manera plausible.
A los 32 años se hizo socio al 50% de una empresa del ramo de la construcción, ARGUMASA S.L., analizada previamente con todo detalle gracias a la información privilegiada del banco, y a la que aportó ciento cincuenta millones de pesetas conseguidos mediante crédito del Internacional avalado por su padre. Cuando entró, la empresa tenía unos beneficios considerables que superaban el 25% de los ingresos, cerca de doscientos millones de pesetas. Pío San Silvestre y Sanz consiguió un acuerdo con su socio, Gumersindo Arrojo de Ben, que establecía que un 20% de los beneficios que superasen la cifra actual formasen parte de su retribución.
Ambos decidieron que Pío fuera el responsable de todo el aspecto económico financiero de la empresa.
Transcurridos 15 años, ya cerca de los cincuenta, a Pío empezó a abrumarle la circunstancia de tener un socio y no ser único propietario de la empresa, no porque Gumersindo le importunase, pues siempre había actuado con plena libertad, sino porque consideraba que él era el artífice del gran desarrollo de los ingresos de la empresa y mucho más de los beneficios que habían alcanzado la cifra real de 887 millones de pts. en el Ejercicio de 1997, un 40% de los ingresos, si bien en la declaración de hacienda a efectos de impuestos la cifra fue reducida a 392 millones. Sus conocimientos financieros le habían permitido el establecimiento de una cuenta B que se surtía de los pagos en dinero “negro” de sus clientes, dinero que a su vez prestaba a conocidos a un interés anual del 25% garantizándose el pago mediante contratos leoninos, que le hacía su abogado Fermín Palacios de las Ruinas, con penalizaciones superiores a diez veces el valor del préstamo. A todo esto es preciso añadir que la información sobre los beneficios que le había dado a su socio era de 590 millones, pues consideraba que el negocio de prestamista era de su propiedad particular.
Para resumir, Pío tuvo unos ingresos cercanos a los 500 millones, su socio 210 millones. En todos esos años Pío San Silvestre Sanz acumuló una fortuna superior a 2.000 millones de pesetas, además de un chalet en La Moraleja de 450 m2, en una parcela de 2.800m2 con piscina y garaje para cuatro coches, un Range Rover, un Jaguar E descapotable de colección y un Mercedes 500 SEL, todo proveniente de impagados de prestatarios.
El cuarto vehículo un Porsche 911 Targa Forio se lo había comprado a su mujer naturalmente pagándolo con dinero B.
Ahora, con 58 años, Don Pío San Silvestre de Sanz daba vueltas a su cabeza cómodamente recostado en la popa de su velero de 25 metros Oyster 82, valorado en más de cinco millones de euros, totalmente automatizado para la navegación en solitario. El barco había sido de uno de sus mejores amigos, Josep Bonet y Copons, que no le había devuelto dentro del plazo prefijado un préstamo de 1 millón de euros.
Pensaba con los ojos cerrados en su pasado, en los ejercicios espirituales, en el icade, en los 2 años de inglaterra, en el banco, en argumasa, en como se sintió en la plenitud cuando se hizo dueño y como a lo largo de estos 10 años vendió pisos y edificios enteros con hasta el 300% de beneficio por medio de su subsidiaria inmobiliaria “señora casa”, y lo orgulloso que estuvo al verse situado con el número 888 entre las mil mayores fortunas españolas de la revista del club financiero, que estimaba su patrimonio en 887 millones de euros. Una fortuna conseguida invirtiendo siempre dinero ajeno y gracias a su “ingeniería financiera”.
…Y en 2008, todo se había ido al carajo!
Apenas hacía tres meses que había ido a ver a su confesor espiritual, el Padre Felix Pardo. Sus empresas y todo el patrimonio inmobiliario, estaban en manos de los acreedores dirigidas por un administrador judicial y había tenido que despedir a 475 empleados. Don Pío no tenía ningún cargo de conciencia por haber arruinado a unos cuantos y mucho menos por los medios utilizados para hacerse rico, las operaciones fraudulentas, la compra de voluntades y de permisos de construcción en zonas ilegales, evasión de impuestos, blanqueo de dinero, etc., etc., etc. Simplemente quería la absolución de sus pecados.
A popa, con sus prismáticos Zeiss 7x50 B/GA Classic Naútico, hechó una última visual al Teide. Después de todo no le daba gran importancia a la pérdida de todo el dinero que tenía en Luxemburgo, en el Lehman $ Brothers de N.Y. y en otros bancos españoles. Atrás quedaba su mujer María Antonia con la que no tenía relación sexual desde hacía más de 10 años, rica de familia y viviendo en el chalet de La Moraleja que era de su propiedad. Sus 2 hijos, Francisco de Borja y Manuel Alejandro, economista y médico estomatólogo respectivamente. Y su hija Mariela estudiante de periodismo y la única persona que le provocaba nostalgia.
El barco navegaba con el piloto automático, viento suave dirección oeste al rumbo, Latitud 19º30´48” N y Longitud 80º34´04” O a 8 nudos de velocidad, dirección Las Islas Cayman.
Allí tenía sus ahorros para imprevistos, algo más de 11 millones de euros en el International Bank Ltd., aparte de 1.737.000 en el Offshore Private Bank en Isle of Jersey. Esto le permitiría comenzar una nueva vida placentera sin hacer nada, bueno, a lo mejor aprendería a escribir, y haría sus memorias.
Se inclinó a un lado y apoyó su cabeza mirando al cielo entre los pechos firmes y reales de su última novia de 28 años Hilde Diesen.
Brindó al aire con su copa de Taittinger Brut Gran Reserve.
Las gaviotas reidoras sobrevolaban el barco, el mar, el viento y las risas eran los sonidos.